Niños con discapacidades integran orquesta singular en Venezuela

27 Marzo 2011
JORGE RUEDA, AP
BARQUISIMETO, VENEZUELA
AP ARIANA CUBILLOS

……Su presentación en salas de conciertos en Venezuela y el mundo le han merecido numerosos elogios más allá de la condición de sus miembros.

La calidad de la música hace de estas orquestas y coros juveniles e infantiles de Venezuela hacen olvidar que son artistas con discapacidades: desde jóvenes invidentes y con retardo mental que tocan piano, trompetas y bongos, hasta niños con trastornos genéticos como el síndrome de Down, autistas y sordos.

“Son aplaudidos por el trabajo que vienen haciendo de calidad, por el trabajo profesional que vienen desarrollando y no por su discapacidad”, dijo el profesor Johnny Gómez, fundador del programa de educación especial del afamado Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela.

Ese programa, conocido como “El Sistema” y que produjo músicos del nivel internacional como Gustavo Dudamel, incorporó también a niños discapacitados que trabajan a la par de niños sin limitaciones.

Dudamel “comenzó en estas instalaciones… él también ha apoyado mucho este programa”, enfatizó Gómez.

Los maestros del programa dicen que la música ayuda a estos niños con discapacidad mejorar su autoestima y alcanzar sus metas.

El lenguaje de señas es el instrumento principal de numerosos niños y jóvenes sordos del llamado coro de las Manos Blancas, un programa de educación especial, que como parte del sistema de orquestas juveniles e infantiles, tiene como filosofía la esperanza de proporcionar algún día a todos los niños venezolanos el acceso a educación musical de calidad.

“Doy gracias a Dios porque el tiempo ha permitido demostrar que una persona sorda puede hacer música”, dijo la profesora Naybeth García, directora principal del Coro de las Manos Blancas, fundado en 1995 en la ciudad venezolana de Barquisimeto.

“A veces es muy difícil” aprender una obra que no puedes escuchar, dijo con ayuda de un intérprete Jessica Montes de Oca, joven estudiante de diseño gráfico de 24 años que comenzó en el coro a la edad de 12 años. Pero ensayan sin descanso hasta que “sale todo bien”, agregó.

La unión de un coro tradicional, donde también abundan discapacitados, acompañado de otro que se fundamenta en la producción gestual y la percepción visual del lenguaje de sordos ha merecido el reconocimiento internacional de destacadas personalidades, incluyendo al maestro sir Simon Rattle, director de la Orquesta Filarmónica de Berlín, y Patricio Oirt, director del Coro de los Niños Cantores de Viena.

Algunos maestros en Italia y Gran Bretaña ya dieron los primeros pasos para emular la experiencia venezolana.

Coros que usan el lenguaje de señas existen en otras partes del mundo, pero lo que hace único el programa de educación especial de Venezuela es que tiene “cientos de estudiantes de música con discapacidad a través de todo el país y en todas las áreas” del quehacer musical, resaltó Nicolae Sarpe, un maestro italiano del violonchelo, que asistió una muestra del programa.

Difícilmente alguien no quede maravillado por la armonía demostrada en sus actuaciones.

Eso ha convertido al programa de educación especial es uno de los estandartes de “El Sistema”.

“Hoy día es una bandera de El Sistema de orquestas el programa de educación especial… Siempre tenemos contacto con gente que viene de afuera a ver qué está pasando con la música aquí”, señaló Gómez, un destacado colaborador del maestro José Antonio Abreu, creador del “Sistema” en 1975.

Los pasillos de la edificación de ladrillos rojos que sirve de sede al conservatorio muestran una imagen surrealista de decenas de jóvenes y niños con discapacidades o no, quienes se funden en un mosaico de música y canto. Cada rincón del conservatorio es bueno para ensayar, repasar lecciones o simplemente divertirse cantando o tocando.

Desde su fundación en 1975, El Sistema ha crecido hasta conformar unas 150 orquestas juveniles y 70 infantiles en el país. Tiene enrolados unos 250.000 niños —la mayoría de ellos provenientes de los sectores pobres del país— una cifra extraordinaria en una nación de 28 millones de habitantes. La experiencia ya ha sido reproducida en Brasil y Escocia.

Desde 1995, en paralelo tomó impulso “la idea de incorporar a niños especiales” a la iniciativa. El programa de educación especial se ofrece en 21 de las 28 sedes del sistema de orquestas a un total 1.868 niños y jóvenes con discapacidad, de los cuales 500 son sordos, se informó.

El programa de niños sordos “fue el área más difícil para incorporar”, relató Gómez.

“Cuando llegaron acá los niños sordos, todo el mundo decía ‘ahora sí es verdad, están locos los profesores”’, dijo embozando una amplia sonrisa.

Gómez explicó que su misión también “es atender e integrar a los niños a la sociedad, facilitar su tránsito por la educación convencional”.

Agustín Ramos, un joven autista de 20 años que ingresó en el programa a los 6 años, es un ejemplo de ello.

La experiencia en el coro “ha sido bastante enriquecedora, los profesores le tuvieron mucha paciencia, (esto) le ha ayudado a su integración en el colegio regular”, dijo su madre Alicia García, de 50 años, quien orgullosa contó que Agustín en la actualidad cursa el último año de educación media en un colegio convencional.

“Esa es una felicidad inmensa de ver tu hijo ahí… cuando unos especialistas dijeron en una oportunidad de que él nunca iba hablar, que él no iba a tener ninguna oportunidad de desarrollarse socialmente”, dijo con la voz resquebrajada.

El sistema, financiado por los sucesivos gobiernos venezolanos, desarrolló un método sencillo de enseñanza que comienza por descubrir el potencial que tiene cada niño, sigue con largas sesiones de atención personal, trabajo con los padres e incluye una filosofía que permite a los estudiantes aprender por la práctica, tocando en público tanto como sea posible, mientras que en gran medida la teoría se introduce en el camino.

En las Manos Blancas, la mayoría son sordos, pero a lo largo de los años se han ido incorporado jóvenes incluso sin ninguna discapacidad.

“Se ha borrado esa distinción entre niños especiales y niños regulares”, dijo el profesor Luis Chinchilla, de 30 años.

“Es un trabajo de equipo. Estudiantes regulares ya hablan todo el lenguaje gestual para comunicarnos. Eso es parte de lo que ellos van aprendiendo aquí”, comentó. Los jóvenes “se ayudan unos a otros. Es muy bonito ver al compañero que ellos tienen al lado, en silencio, marcando el tiempo discretamente (a un invidente)”.

“Ellos nos dan día a día una lección de humanismo”, puntualizó.

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