Aún existe mucho por averiguar sobre el Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas, pero los cientos de grupos que investigan sobre este tema arrojan, lentamente sobre todo para pacientes y familiares, cada vez más luz sobre sus posibles causas. Una nueva investigación identificó que exponerse a pesticidas como el DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano) aumenta el riesgo de padecer este tipo de trastornos.
Son varias las hipótesis sobre la presencia de estas sustancias en el organismo de las personas, pero varios estudios apuntan al uso prolongado, por la comercialización ilegal o porque los metabolitos derivados del DDT, denominados DDE, permanecen varias décadas en el ambiente además del organismo humano.
Al respecto, Miguel Porta, investigador del Instituto de Investigaciones Médicas del Hospital del Mar (IMIM), señaló que la presencia de DDE en sangre demuestra que “estamos fracasando en detectar la exposición a esta sustancia, porque hacemos oídos sordos a los estudios que nos dicen que estamos expuestos al DDE y que lo vinculan con problemas en la salud”.
Es así que el nuevo estudio, realizado por investigadores de la Universidad Emory, en Georgia, y de la Universidad Rutgers, en New Jersey, se centró en buscar DDE en 86 pacientes con Alzheimer y en 79 personas sin este trastorno. El análisis constató que 74 de las personas con este trastorno tenían en su sangre cuatro veces más cantidad de DDE que los 79 voluntarios sin este problema.
Por otra parte, aquellos sujetos con una mutación genética que les predispone a tener esta enfermedad y con altos niveles del plaguicida en sangre desarrollaron un deterioro cognitivo más severo que los pacientes sin este gen. Al mismo tiempo, los análisis de muestras de cerebro (de enfermos fallecidos) mostraron que la presencia del metabolito del DDT aumentó la cantidad de una proteína asociada con las placas amiloides características del Alzheimer.
Mientras tanto, los especialistas afirman que los datos apuntan a que el DDT debe actuar junto con otros factores de riesgo, como los genéticos. Y sugieren que medir los niveles en sangre de DDE en personas portadoras del gen Apoe4 puede ser útil para determinar con mayor precisión quiénes tienen más riesgo de desarrollar la patología, al confluir un factor genético (Apoe4) y otro ambiental (exposición a DDT).
“Nuestros datos necesitan replicarse en estudios con un mayor número de participantes. Incluso aunque otros trabajos demostraran lo mismo que este, las interacciones entre genética y entorno probablemente tendrán un papel más importante que la exposición medioambiental por sí sola”, dijo el doctor Jason R. Richardson, uno de los autores de este trabajo y profesor asociado del departamento de Medicina Ocupacional y Ambiental de la facultad de medicina Robert Wood Johnson de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey.
Sin embargo, Richardson no descarta que otros pesticidas estén involucrados en este trastorno, “particularmente los organofosfatos” de los cuales afirma, ya existe evidencia de ello en la literatura científica.
En 2009, un estudio de la Universidad Pierre y Marie Curie (UPMC), de París, y del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica (INSERM) en Francia, publicaron en la revista Annals of Neurology que la exposición a pesticidas dobla el riesgo de sufrir la enfermedad de Parkinson entre los agricultores.
El DDT, sintetizado por primera vez en 1874, fue utilizado ampliamente como insecticida agrícola y forestal a partir de 1939. Décadas más tarde diferentes estudios demostraron sus efectos nocivos sobre la salud y se fue prohibiendo paulatinamente en muchos países.
El Alzheimer, por su parte, se trata de una enfermedad que de alguna forma atrofia ciertas funciones cerebrales, y en la cual el deterioro cognitivo se hace evidente, al traducirse en problemas para recordar dónde se dejaron las cosas, qué actividad iba a realizar o, por ejemplo, volver a contar una historia que relató hace unos minutos.