Diario El Universal, 17 de octubre de 2009. De cara a la vida

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En Venezuela 90 por ciento de las calles, edificios, centros comerciales y hasta establecimientos educacionales lamentablemente no tienen los accesos básicos para que una persona en silla de ruedas o con muletas puedan desplazarse con tranquilidad. Según cifras oficiales, existen 1.700.000 personas con discapacidad y las familias de estos venezolanos también sufren la incapacidad de la sociedad de responder a las necesidades de sus hijos, esposos o hermanos.

Ante la problemática, el Gobierno Nacional reglamentó la inclusión de estas personas, dejando de llamarles minusválidos para denominarlos discapacitados.

Entre sombras

Alberto Parra, invidente desde que nació, tiene 35 años y relata que su vida al principio no fue fácil, “porque ¿cómo se le explica a un niño que vive en un mundo de sombras, y que no tiene una referencia para hacer comparaciones?”. Alberto nos comentó que gracias a la dedicación de Graciela, su mamá, y su hermana Glady, él pudo recrear desde niño el mundo alrededor. Contó con profesionales que le enseñaron cómo desarrollar sus otros sentidos. Da clases de cuatro y guitarra para niños invidentes, con lo que sostiene su hogar al lado de su esposa América, quien también es invidente y colabora con él en las clases. Sin embargo, ambos coincidieron en afirmar que hoy “no hay un proyecto de país, donde exista una real integración”.

Impedimento físico

Andrea Figueroa es parapléjica a consecuencia de un accidente automovilístico que ocurrió cuando tenía 14 años.

El proceso de adaptación a la nueva vida no fue fácil, asegura esta profesora de Idiomas Modernos egresada de la Universidad Central de Venezuela.

“Para sobrevivir en esta sociedad que está incapacitada para entender y ayudar a los discapacitados, hay que partir por lo más básico e importante. No queremos paternalismo por parte del Estado, sino que nos dejen ser parte del país; como mucha gente piensa tontos no somos, queremos simplemente ser respetados como personas”.

Sus padres fueron su bastón, su fuerza y su guía para salir adelante.

La familia pasó por un período de fuerte aprendizaje. Incluso hubo que reacondicionar el hogar para que ella pudiera desplazarse sintiéndose cómoda. Su primo, que es arquitecto, ayudó con la reorganización de los espacios colocando incluso una ducha acorde y segura para que se valiera por sí sola. Claro está, Andrea afirma que esto costó mucho dinero.

“Gracias a Dios mis padres y la familia pudieron costearlo”, a la par que fue también adaptado su vehículo.

De igual forma, asegura que no fue fácil llegar hasta donde hoy en día está por las trabas que se le colocan a las personas incapacitadas.

Requerimientos

En cuento a normativas se refiere, las personas con impedimentos físicos sufren en esta ciudad porque no hay caminerías para que puedan transitar en silla de ruedas, no hay semáforos sonoros para invidentes o paradas fijas para que puedan esperar el transporte público, y no hay unidades adaptadas para que usen estos servicios. Son pocas las instituciones que poseen pisos antirresbalantes, para los casos de las personas que tienen discapacidad motora, o visual, que son tan necesarios para su seguridad. También requieren de barandas para poder sostenerse y evitar un accidente fatal.

jasori20@hotmail.com

Jesús Soriano

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